23.2.08

AHÍ, HAY UN... QUE DICE ¡AY!


En mi errática forma de leer el periódico, hoy he leído lo que debía de haber leído ayer. Algo he ganado unas horas más de tranquilidad.

Hay una encuesta que realizada por el Consejo del Poder Judicial entre sus cuatro mil y pico aconsejados, que dice que de estos tres mil y otro pico no están satisfechos con su trabajo; se ven desbordados y agobiados.

¡Caray! con los jueces. Si tuvieran que levantarse a las cinco de la mañana; hacer un trayecto de tiempo indeterminado, pero considerable. Las barriadas obreras, suelen estar lejos de los polígonos industriales, soportar una rutinaria repetición de maniobras todas iguales, durante siete horas y algo más (descuento la pausa del bocadillo) y otra vez al transporte camino de casa, podrian quejarse de agobio.

También deben de estar agobiados y mal retribuidos, los empleados de los juzgados, que se han puesto en huelga, y que están perjudicando a una cantidad de sus patronos (cobran del erario público) que está sin cuantificar; pero considerable, además de no saberse su repercusión legal para los afectados por las inscripciones del registro civil.

Hubo tiempo ha un señor andaluz [Pacheco] que espetó ¡La justicia es un cachondeo! Parece que tenia razón.

También hace tiempo yo personalmente sufrí uno de esos agobios justicieros. Concretamente dos.

El primero con ocasión de la inscripción en el registro civil de mi hija. Personado en el dicho organismo, ante la funcionaria de turno entregue los documentos expedidos por otro funcionario; este de la Seguridad Social, que acreditaban el nacimiento, la hora el día etc., creo eran dos impresos rellenos y a los que había que añadir el que yo solicitaba la inscripción.

Resultado: mi apellido por mor de la fonética puede dar motivo de equívoco; pero ante la escritura ya es otra cuestión. Falta de atención. El formulario relleno por el empleado de la Seguridad Social no lo leí más que en lo importante; el por mí redactado estoy seguro de haber puesto bien mi apellido. Resultado: de los varios impresos que imponían la inscripción se tomo el que daba equivocación y así resulto que mi hija, no era mi hija, sino la de un Bureta que no creo, pudiera confundirse con el por mí redactado y firmado. Conclusión: una vez enterado del error, al leer el definitivo Libro de Familia, personado de nuevo en la dependencia correspondiente y planteada mi reclamación; por cierto tuve que esperar un tiempo ya que la encargada de el asunto había salido a desayunar (volvió con la barra de pan y algún paquete más) escuchado mi argumento de la equivocación, me quedé de una pieza cuando me dio a entender que era yo el responsable del equívoco, por no haber leído el papel que se me había entregado en la maternidad.Final: tres mil pesetas del año setenta y cinco al juzgado por cambiar el error por ellos cometido y que se me atribuyo, además del tiempo y los documentos que tuve que aportar para que verificaran que yo me llamaba como decía y que a mi hija le correspondía el mismo apellido y no el que ellos le habían puesto.

Esto de parte de esos reivindicativos funcionarios que se sienten mal pagados.

De los que se sienten agobiados y también desmotivados tengo otra experiencia; también lejana ya que se refiere a los Tribunales de lo Social, y llevo ya algunos años jubiloso; además de que fue en el apogeo de mi actividad laboral, cuando pusimos una demanda en reclamación de un derecho que los trabajadores creíamos nos pertenecía. Celebrado el juicio (la ley de procedimiento laboral establece veintiún días como plazo para dictar sentencia) tuvimos que esperar justo un año para que se produjera la sentencia.

En una ocasión en que pedí explicación al juez de el asunto, este me dijo. Son más importantes los asuntos de despidos que la reclamación de ustedes. Cortésmente estuve de acuerdo; pero volvió a pasar el tiempo así justo el año que he dicho; menos mal que su sentencia nos dio la razón y fuimos retribuidos con unas considerables cuarenta mil pesetas por la reclamación y el tiempo transcurrido.

Esto mis experiencias. Nada digo de los juicios que no se celebran; de las demandas que nunca llegan; ni de esos absurdos atestados que duran varios años en ser confeccionados y cuando llegan al estrado pueden ser eludidas las consecuencias por la demora en el tiempo.

Fatigados, agobiados, extresados. Unos probos funcionarios que no se les reconoce su quehacer .

¡Ah! La encuesta solo la han reenviado mil y pocos más de los cuatro mil y pico. ¿Entonces como sabe el S. Hernando que son tres mil y pico los inconformes? Espero que pronto lo sabremos, cuando cesen en su permanencia en el Consejo.

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