13.12.06

Otra variación sobre la mala vida

El parón de estos días, es debido a la puesta a punto de mi nueva herramienta y por eso entre la prospección de las posibilidades y la familiarización con ella me ha tenido ocupado varios días; pero espero que esto no sea óbice para continuar con mis escarceos sobre los temas más peregrinos.

Rebuscando un dato entre los libros que poseo, sobre un suceso antiguo acaecido en el siglo pasado y del que tenía memoria, aunque no poseía la exactitud del suceso, creía que mi recuerdo se ajustaba a la necesidad del dato. Resultó que el suceso no había sucedido como yo recordaba; había sucedido algunos años más tarde de lo que creía recordar.
Constatado el equívoco; al repasar el texto tope con otros asuntos de los que voy a extraer dos entradas. distintas ambas pero coincidentes en los asuntos tratados en el libro.

El libro que estos días he repasado tiene por título "Córnicas Judiciales 1928 - 193 5 " Es como el título indica una serie de reseñas judiciales de los tribunales zaragozanos en el periodo dicho y escritas por Rudesindo Nasarre Ariño quien publicó en el periódico " La Voz de Aragón" hasta el año 1935 que al cerrar el periódico, él dejo de escribir crónicas judiciales, aunque siguió escribiendo en la Hoja del Lunes desde febrero de 1936.

Funcionario judicial en el Tribunal de Menores, licenciado en Derecho en 1907, era secretario del citado tribunal de Zaragoza.
En 1939 fue nombrado concejal del Ayuntamiento, hasta 1946 en que ceso - su biógrafo dice que dimitió - junto con el Alcalde Caballero y otros concejales.

Después de estos datos que pongo, por creerlos ilustrativos de la vida social de aquellos años y quienes fueron sus protagonistas en las crónicas que este hombre publicaba en las que junto con el suceso, el protagonismo lo ejercían los abogados y los jueces que en cada una de ellas intervenían. Murió en el año 1948 y el libro que comento está editado por la Institución Fernando el Católico y compilado por algún pariente suyo en 1979 en que fue publicado.

El asunto que hoy me interesa de lo que este hombre publicó, es un suceso juzgado en marzo de 1934 acaecido en el 28 de febrero y relativo a lo que hoy denomina la sociedad como violencia de género. Bajo el título de "El crimen de la Calle Seron - uno entre ellas- el jurado se mostró compasivo"en el cuerpo de la crónica. Algún bandazo de la vida debió obligar a Serafín Gutiérrez Goñi a buscar refugio en un lugar donde no había de encontrar precisamente calor de nido ni frescor de flores.
Hizo mal Serafín en aposentarse en una mancebía, ya sin energías físicas siquiera para desempeñar para desempeñar con éxito el papel destinado en tales lupanares a los de su clase dentro del prostíbulo.
Luego nos relata el nudo de la cuestión; que no es otro que la muerte de la criada del establecimiento a manos de Serafín, alegando éste, la persistencia de la vieja criada en insultarlo y molestarle continuamente, con lo que su exasperación le llevó a clavarle un cuchillo de monte hasta siete veces. El resultado. Una condena a seis años, que el Jurado consideró excesiva en la votación, con lo que quedó de oficio la petición de indulto para Serafín.

La calle que se cita, ya desaparecida del mapa ciudadano estaba situada a la entrada de la Calle Azoque - que aún existente , más de la mitad de su antigua longitud han desaparecido - terminando en una replaceta que se denominaba de Santangel y afrontada a la aún subsistente dedicada al procer aragonés Ramón Pignatelli. Su longitud de poco mas de sesenta metro y una anchura de unos tres con nueve edificios repartidos entre dos propietarios; los Señores Ramón García y Antonio Garcia Gil es donde se ubicaba el citado lupanar.

Debía de haber cambiado la ubicación de esos negocios desde que fueron referenciadas sus ubicaciones en un anterior post, ya que aun el mismo sector, esta calle se acercaba mas al centro que las de la Victoria y Hospital, que quedaban más oeste del sector. De cualquier modo, solamente habían retrocedido unos metros, permanecieron allí con bastante clientela hasta hace bien poco tiempo, en que la desidía de los propietarios, además de la expectativa de beneficios con la modificación sufrida por el sector en los últimos años de la década de los setenta del pasado siglo, ha dejado el barrio como un gran solar esperando una construcción de más altura que la que ese sector estaba acostumbrado.

La Plaza de San Lamberto ya remodelada, la calle Peromarta de la que no queda más que una manzana, la del Caballo y Docellas - buen nombre para una calle, donde por lo menos existía un "meuble" - de las que quedan escasos vestigios de su urbanismo y algún resto de sus antiguas pobladoras, como ya dije en el anterior que traté del asunto.






No hay comentarios: