9.1.07

LOS MARTES SOCIEDAD



Mi perro baila flamenco.

Este es el título de una de las tres páginas que componen la sección de Sociedad del diario El País; hasta aquí no pasaría nada, yo hubiera obviado su lectura, porque no me interesan los perros y menos los que bailan flamenco, pero entre la fotografía que ilustra la página – Un perro de raza labrador encaramado al mostrador de una pastelería para perros en Alemania –esto reza el pie de foto, los entrecomillados fuera de texto y tres sueltos sobre el tema, referidos a la Unión Europea, Estados Unidos y Japón han colmado mi paciencia y si no lo leo no puedo criticar.

Así me he enfrascado en la lectura de una pagina entera del periódico dedicada al asunto, con la consabida subida de adrenalina y el estupor que una noticia así, tiene que causar en un ser humano que consciente de la situación de miseria material, que soporta el planeta, donde más de las tres cuartas partes de sus habitantes pasan hambre, vea como se derrocha dinero en un asunto de verdad crispante.


De acuerdo. Los perros son los mejores amigos del hombre; ahora bien como todo ser viviente tiene una función sobre la tierra – si no ya se habría extinguido – Fue el vigilante del poblado y de la casa, luego paso a cuidar el ganado y a colaborar en la caza y ahí terminan sus funciones, que se han mantenido hasta hace poquísimo tiempo.
Al hacerse el hombre urbanita el perro tendía a su extinción; sumada esta situación a la necesidad que el hombre parece ser tiene de tener bajo su férula a alguien – la esclavitud una vez abolida dejo el espacio para el perro entre otras cosas – algún avispado comenzó a negociar con estos seres vivos.

Dice José Marcos autor del artículo, que un español viene a gastarse entre 500 y 1500 euros al año en atender a su mascota – perro, gato, loro, o las mas exóticas que se puedan adquirir (aquí excluyo los leones de Roca, no por exóticos sino por otra cuestión) – Los datos que las distintas sociedades protectoras de animales dan en sus campañas de concienciación, tanto de adquisición como de cuidado de estas mascotas, también son tan escalofriantes o más que las cantidades teóricas que en ellos se invierten.

No quiero continuar pues si no la adrenalina – símil verbal de otra excitación – puede nublarme el entendimiento; sobre todo si cito los 25 € que dicen cuesta una habitación de hotel para perros en Bruselas. Los 35.000 millones de dólares que se gastan en EE.UU. O el gusto que debe de dar, comer en un restaurante de Tokio con un perro compartiendo mantel con su dueño en la mesa de al lado.

Cuando una persona de mi circulo en conversación cita la obligación adquirida con un perro de sacarlo a defecar, llevarlo al veterinario, o las múltiples tonterías que se dicen en torno a estos seres vivos, suelo espetarles... Traete un niño nativo de África, que esos si que pasan necesidad y no tires tu dinero en alimentar un ser sin ninguna utilidad practica, que valor ya tienen.
Que vamos a hacer el mundo es así y parece no tiene mejor camino

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